martes, 18 de marzo de 2008



REDONDILLAS




Hombres necios que acusáis

a la mujer,sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis;




si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?




Combatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.




Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco,

al niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.




Queréis, con presunción necia,

hallar a la que buscáis

para prentendida, Thais,

y en la posesión, Lucrecia.




¿Qué humor puede ser más raro

que el que, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no esté claro?




Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.




Opinión, ninguna gana,

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata,

y si os admite, es liviana.




Siempre tan necios andáis

que, con desigual nivel,

a una culpáis por cruel

y a otra por fácil culpáis.




¿Pues como ha de estar templada

la que vuestro amor pretende?,

¿si la que es ingrata ofende,

y la que es fácil enfada?




Mas, entre el enfado y la pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejaos en hora buena.




Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.




¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada:

la que cae de rogada,

o el que ruega de caído?




¿O cuál es de más culpar,

aunque cualquiera mal haga;

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?




¿Pues, para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.




Dejad de solicitar,

y después, con más razón,

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.




Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.




Sor Juana Inés de la Cruz

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